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La madre Clarita como le llamamos de cariño, tuvo un encuentro inesperado al escuchar la voz del Niño Jesús Fundador, a la hora de la consagración eucarística, sus ojos lo contemplaron al proyectar su imagen con las manos extendidas y una gran sonrisa al dirigirse a quién él sabía iba corresponder a ese amor incondicional y abnegado. Diálogos llenos de amor surgieron, mostrándole sus deseos de ser propagadora de su presencia en este mundo terrenal. 

Ella le comunicó su impedimento de ser portadora de dicho encargo a lo qué él respondió, seré tu médico, tu bienhechor, tu sustento y cuidaré de ti cuál oveja indefensa. El desprendimiento total será tu bandera, Yo seré tu dueño y engrandeceré tus obras. La atracción que me une a ti es tu oración, humildad, coherencia de actos, donación y amor por mí. En su interior la madre Clarita preguntaba y escuchaba con atención. 

Nuevamente en la iglesia del Carmen de Celaya vio un joven hermoso y también obstáculos que le impedían llegar hasta dónde estaba su divina imagen, al preguntarle por qué no podía llegar, él contestó, ese es el lugar desconocido al que irás. El guía espiritual será el instrumento que él Niño le pone para consumar su deseo de consagrarse a Dios. 

El confesor y guía espiritual le pide una evidencia para dar crédito a su petición, a la que responde con lo que el Niño le había dicho: la prueba para la credibilidad de dicho acontecimiento será la cura total de la enfermedad que te asecha y la disponibilidad de tu espíritu para cumplir la promesa, y así fue, la madre Clara sanó de la enfermedad que padecía.

Posteriormente, la madre Clarita llegó al lugar desconocido en la ciudad de México.  Siendo religiosa, escucha nuevamente la voz del Niño diciéndole, te levantaré a ti y tus obras a la perfección y ella comprendió que esa obra era la congregación, le dijo acepto con la condición que tú seas el fundador. 

Hoy 22 de octubre celebramos dicho acontecimiento con cantos, rezos y pureza de corazón recordando e invocando su presencia entre nosotros.