El llamado para ofrecerse incondicional al otro radica en el deseo de emprender un camino de servicio, a través de una profesión u ocupación. El fundamento es Cristo, que ha mandado orar por los obreros de la mies y los nombra personalmente. Sus palabras se conservan como tesoro en el Evangelio: “Venid a mí y les haré pescadores de hombres” (Mt4,19) “Ven y sígueme” (Mt 19,21). Estás palabras están confiadas a los que saben dar una respuesta desinteresada, olvidándose de sí mismos para entregarse al pueblo de Dios.
El ejemplo lo tenemos en los profetas como Isaías que es purificado a través del fuego para poder proclamar su palabra, Jeremías que toma su juventud para hacerse conocer en medio de la hostilidad de los reinos construidos por el mismo hombre, pero que conociendo su debilidad y miedo, obtiene una respuesta satisfactoria. También lo vemos en la respuesta inmediata de Samuel, la fidelidad y obediencia de Moisés al saber reconocer su presencia en medio de la adversidad o Elías que lo reconoce en una brisa suave, perfumada llena de su presencia. Esto por nombrar hombres llenos de su palabra que se esparce en sendas donde no se conoce, propaga y desobedecen sus mandatos.
Ahora, en el siglo XXI, con sus luces y sombras, la ausencia de su presencia es notoria ya que hay hambre de Dios en todos los lugares del mundo. Hay guerras y destrucción, muerte de individuos inocentes, enfermedades que propician mortandad, desunión de las familias, violencia constante por el poder, por tener y ser.
Escuchar el llamado de Dios provoca temor de poder dar una respuesta genuina, sincera, honesta, desinteresada, desde la conversión de un corazón vuelto a Él, creíble, sin máscaras, radical.
¿Dónde están esos hombres y mujeres que al recibir su llamado dan una respuesta aminorando cargas de conciencia? ¿En dónde están los individuos que olvidándose de sí mismos se proponen a servir sin importar obtener un estatus? ¿Dónde están los propagadores de misericordia y perdón? Están entre nosotros, hombres y mujeres con grandes y significativos atuendos, que van más allá de lo físico, desfilando ante el pueblo de Dios con un corazón lleno de esperanza, desgastándose como velas ante el sagrario por ser portadores de luz y esperanza, en medio de una adversidad, siendo los héroes del ahora y facilitadores de abolición de cadenas para esparcir senderos de libertad, sinceridad, honestidad, paz, servicio, pero sobre todo la alegría de vivir bajo la mirada de un Dios lleno de amor que cada día se manifiesta el en ámbito dónde nos desarrollamos.
Hoy, en el día de la vida consagrada, felicitamos a todas esas personas, que sin importar nada más, están dispuestos a otrogar su vida no solo a Dios, sino a servir a su prójimo con amor como nos ha sido encargado.
“Necesitamos líderes que no estén enamorados del dinero, sino de la justicia, que no estén enamorados de la publicidad sino de la humanidad” Palabras de Martín Luther King.